jueves, 25 de octubre de 2012

La espiral consumista


"Los deseos conducen a la permanente preocupación y decepción, ya que todo lo que se desea de este mundo es miserable y corrupto." Marco Aurelio


Partiendo de la base de que los deseos tienen lugar en la parte emocional de nuestro cerebro, y que ésta no atiende a razones sino a apetitos, podemos decir que por muy fundamentados que estén los argumentos que se nos presenten para no seguir un instinto determinado, éste no se desvanecerá fácilmente hasta no haberlo satisfecho, al menos en la gran mayoría de los casos. 
Hecho que se vuelve especialmente complicado en el momento en que estos mismos deseos que deberían ser, en principio, inherentes a la persona, son creados de manera ficticia por elementos externos, y cuando digo elementos externos me estoy refiriendo particularmente a la sociedad y más concretamente a ciertos sectores encargados de crear modas y hacernos esclavos de sus tendencias. 
Esto nos lleva a un estado de inquietud en que el fin último de todos nuestros actos y pensamientos, irá en función de la utilidad que estos tengan para acercarnos a la satisfacción de dichos deseos y que, hipotéticamente, nos librarán de la agobiante sensación del "quiero y no puedo" logrando así el bien más preciado que es la FELICIDAD. Felicidad por pertenecer a un colectivo determinado, felicidad por ser aceptados, felicidad por sentirnos apoyados, felicidad con la condición de adaptarnos a los gustos de sus miembros y asumirlos como propios... ¿FELICIDAD? 
Pero esto en la práctica no funciona estrictamente así, ya que una vez logrado el objetivo que nos han hecho creer que conducirá al bienestar supremo, es entonces cuando surge la última moda en ropa de otoño para tu caniche. Entramos así en un círculo vicioso, un bucle sin sentido en que los esfuerzos sobrehumanos que realices por mantenerte en la cresta de la ola serán siempre en vano, puesto que los de arriba tendrán el poder y la pretensión de conservar su posición privilegiada y para lograrlo no han de compartir ni un centímetro de la suya.






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